La cuarentena
Durante el siglo XIV la peste bubónica se esparcía por Europa. Los médicos de la época no lograban encontrar una explicación para la rápida propagación de la enfermedad. El terror se apoderaba de todo el continente mientras los cementerios no daban abasto con los cadáveres.
Venecia, un importante puerto comercia en esa época, decidió proteger a sus habitantes de los contagios «importados», estableciendo un cordón marítimo estricto, cerrando totalmente el acceso al puerto a los barcos procedentes de las zonas con peste.
Los barcos debían atracar alejados de la costa. El capitán estaba obligado a bajar a tierra para entrevistarse con las autoridades sanitarias en su oficina, guardando distancia y a través de una celosía. Este debía demostrar que no había enfermos a bordo antes de obtener el permiso para atracar. En caso de considerarse un barco sospechoso, se le denegaba el acceso a la ciudad.
El puerto de Ragusa, ( Dubrovnik), entonces colonia de Venecia, era otro puerto comercial de gran relevancia en ese período. Sus gobernantes, para evitar el ingreso de personas infectadas que puedan propagar la peste en su territorio, impusieron medidas diferentes. Establecieron que los barcos que provenían de alguna ciudad con casos de Peste Negra tenían que permanecer aislados 30 días, período conocido como trentino. (Posteriormente este plazo se ampliaría a 40 días, «cuarentina»).
Los tripulantes que pasado este período no hubieran presentado síntomas, podían entrar en las murallas de Ragusa / Dubrovnik.
La medida fue más inteligente que la que tomó Venecia, cerrando directamente su puerto al mundo exterior, ya que dicha decisión que hundió a la «ciudad de los canales» en una grave crisis económica.
Los trajes de protección utilizados por los médicos y el personal sanitario
En estos días, seguramente, hemos oído hablar en más de una oportunidad de los equipos de protección individual (EPIs) que utilizan los médicos y todos los agentes sanitarios con posible riesgo de exposición al coronavirus. Estos trajes constituidos por monos, batas, gafas, guantes, mascarillas, etc., han salvado muchas vidas. ¿Pero, qué pasaba en tiempos de la «Peste» que asoló Europa?
La peste en el Siglo XVII: El rebrote
En el siglo XVII, se produjo una nueva epidemia de Peste que se extendió por una gran parte de Europa.
La confusión entre los hombres de ciencia era evidente, lo que no contribuía a tranquilizar los ánimos colectivos.
La principal dificultad a la que se enfrentaban los médicos de esa época, era identificar a aquellos “cuya respiración era letal y cuya transpiración era veneno”, pero cuyo aspecto era el mismo que el de cualquier otro. (Lo que conocemos hoy como «casos asintomáticos«).
Algunos médicos sostenían que se podía reconocer a los enfermos por el hedor que emanaban pero nadie quería estar lo suficientemente cerca de ellos como para hacer las comprobaciones.
El Colegio de Médicos de la época publicó diversos consejos de salud a fin de combatir las falsas informaciones que circulaban ya en esa época (Algo así como las fake news de nuestros días).
Las medidas que se tomaron en dicha época fueron:
– Se confinaron los hogares
– Hubo ordenanzas específicas sobre limpieza de las calles y de los alimentos,
– Se ordenaron desinfecciones concurrentes de los espacios públicos
– Se controlaban a los contactos de los pacientes infectados durante 7 días
– Se prohibieron los festejos y las actividades lúdicas colectivas
Al instaurarse el confinamiento, la gente empezó a comprar víveres para atrincherarse el mayor tiempo posible en el hogar y ante el temor de su posterior escasez de los mismos
Estas medidas aplicadas ya entonces, dieron buenos resultados, consiguiendo que el número de infectados remitiera con cierta rapidez.
¿Os suena de algo esta situación?
Los doctores de la Peste Negra
Los médicos encargados de atender a los enfermos por este mal, debían vivir completamente aislados de la sociedad, familia y amigos, ya que tenían una alta probabilidad de contagio. Por eso, generalmente pedían regalías muy grandes a los contagiados para poder asistirlos y de esa manera compensar la destrucción de su vida cotidiana.
Además de sus funciones sanitarias, los médicos de la peste también:
– Eran responsables de contar el número de víctimas en los libros de registro para el registro público,
-Documentaron los últimos deseos de sus pacientes
-Eran convocados para testificar y ser testigos de la voluntad de los muertos y moribundos.
Pero, lo más característico de estos médicos era su indumentaria.
Los EPIS del siglo XVII
A principios del siglo XVII, un prestigioso médico francés, Charles de Lorme, ideó por primera vez un curioso traje de protección para los médicos que trataban a los enfermos contagiados. En aquel tiempo se pensaba que la peste se contagiaba por vía aérea y que penetraba en el cuerpo por los poros de la piel.
De Lorme diseño un traje, que ha sido el antecedente del hoy vemos en los hospitales.
Para evitar los contagios entre los profesionales de su gremio, decidió que todos los médicos debían llevar una indumentaria protectora, compuesta de la siguiente manera:
–Una larga túnica que les llegaba hasta el tobillo, confeccionada con piel de cabra recubierta con ceras aromáticas. Según las creencias de la época, se consideraba que este recubrimiento repelería la peste. Otra hipótesis era que dicho sebo evitaría que los fluidos corporales del enfermo se adhieran al abrigo del médico.
– Guantes para evitar cualquier contacto al tacto con los enfermos, Botas de caña alta y Sombrero de ala ancha para recubrirse la cabeza. Todos ellos confeccionados con piel de cabra.(En esa época, se creía que este material protegía contra la enfermedad).
-Unos pantalones de montar que se debían meter dentro de las botas, y una camisa fajada que debía estar metida dentro del pantalón
-Una vara que les permitía desde una distancia prudente, mover y tocar al enfermo, evitando en lo posible el contacto físico para evitar el riesgo de contagio. Este bastón, tenía un segundo uso mucho más sorprendente: Muchos pacientes entendían que estaban sufriendo un castigo de Dios por sus pecados y entonces le pedían al médico que les pegara con ese bastón como parte de su arrepentimiento.
Pero, lo más característico de este traje era una máscara con forma de pico de ave de medio pie de largo (unos 15 centímetros), con unos cristales sobresalientes, a modo de gafas. para proteger los ojos de los frecuentes estallidos de las pústulas bubónicas.
El pico de la máscara tenía la finalidad de aislar los malos olores y los humores mortales. Contaba con solo dos hoyos, uno a cada lado, cerca de las fosas nasales. Respirar a través de ese pico permitía filtrar las miasmas y malos olores.
Los médicos de la peste rellenaban los picos de las máscaras con Triaca, un polifármaco conocido desde la antigüedad, constituído una mezcla de unas 55 hierbas aromáticas y otros componentes como carne de víbora en polvo, a la que se atribuía propiedades aromáticas, de antídoto y se la consideraba algo así como una panacea, cuya finalidad era neutralizar toda esa malignidad que había en el aire.
De Lorme pensaba que la forma picuda de la máscara daría al aire el tiempo suficiente para impregnarse de las hierbas protectoras antes de llegar a las fosas nasales y los pulmones de los médicos de la peste negra. Otra de las ventajas atribuidas a la forma de pico era la de impedir que el doctor se acercase al aliento del infectado, el cual se consideraba contagioso.