La peste negra (3/3): El cambio climático

La peste negra: Influencia del cambio climático en las epidemias

La peste negra, ha sido una de las pandemias más devastadoras en la historia de la humanidad.

Afectó a Europa en el siglo XIV y alcanzó su punto máximo entre 1347 y 1353.

Sobre el origen de la peste, parece ser que los primeros casos ocurrieron en el desierto de Gobi y en 1331-1334 llegó a China, de ahí pasó a la India, luego a Rusia y a través de las rutas comerciales llegó a los puertos mediterráneos de Europa en 1346. Las epidemias de  peste negra se repitieron en Europa en sucesivas oleadas hasta el último brote a principios del siglo XIX, pero ninguno de los brotes posteriores alcanzó la gravedad de la epidemia de 1347.

Según nuevos estudios, publicados en 2015 en la prestigiosa revista Pans, sugiere que pequeños cambios climáticos en Asia caracterizados por ciclos de primaveras húmedas y veranos cálidos seguidos de repentinos periodos secos y fríos en Asia Central acabaron con la mayoría de los jerbos, unos roedores salvajes portadores de las pulgas, forzando a estas a buscar otros hospedadores alternativos, como ratas o humanos.  Estos movimientos de hábitats y de huéspedes, originaron la propagación de la epidemia de Peste en el siglo XIV.

La bacteria fue reintroducida en varias ocasiones en Europa, lo que originó las distintas epidemias de peste y que la enfermedad persistiera en Europa durante 400 años. Los investigadores se centraron en estudiar las condiciones climáticas que precedieron a la propagación de la enfermedad, recopilando datos históricos epidemiológicos. El estudio halló hasta nueve sucesos climáticos extremos que se habían registrado previamente a los diferentes brotes de la epidemia. «La sequía reduce repentinamente la capacidad de un ecosistema para mantener a la población más numerosa de roedores y a medida que mueren, sus pulgas están repentinamente desesperadas por encontrar nuevos hospedadores y aprovecharán la mínima oportunidad de aferrarse a cualquier otro animal que pase, que pueden ser camellos, ovejas o pastores. Y esto, marcaría el comienzo de un nuevo evento de propagación de la peste desde los roedores silvestres hasta los humanos

En la actualidad, en las zonas donde la peste se encuentra naturalmente, la bacteria prevalece entre los roedores salvajes, como los jerbos. Pero, si el ecosistema se altera, su situación cambiará inmediatamente.

Las pandemias y el cambio climático

Las infecciones en el hombre están íntimamente relacionadas con el medio ambiente, en especial aquellas transmitidas por vectores como mosquitos, pulgas, garrapatas, etc., aguas infestadas y alimentos contaminados. El cambio ambiental tiene un gran potencial de selección de distintas enfermedades infecciosas, lo cual favorece la aparición de epidemias.

La mayoría de los vectores son artrópodos de sangre fría altamente sensibles a las temperaturas ambientales. El calentamiento mundial favorece su desarrollo. Las temperaturas más altas aceleran el metabolismo de los insectos, incrementan la producción de huevos y la necesidad de alimentarse. Las lluvias además tienen un efecto indirecto sobre la longevidad del vector, debido al aumento de la humedad que crea un hábitat favorable para su desarrollo.

«El planeta es un ecosistema vivo y todo pequeño cambio puede afectar a las poblaciones de seres vivos que habitan en él. Tendemos a pensar sólo en los animales y las plantas, y nos olvidamos de que también bacterias, virus y otros microbios,  forman parte de ese ecosistema tan complejo».

Cuando las condiciones climáticas se modifican, la población de animales portadores naturales de los diferentes microorganismos  disminuye, obligando a los microbios a buscar nuevos huéspedes en dónde alojarse. Estos, al no reconocer este «nuevo inquilino», enferman, pudiendo llegar a la muerte. De esta manera, se reiniciaría el ciclo del microbio, al verse obligado, nuevamente, a buscar un nuevo hospedador.

El cambio climático podría desempeñar un papel importante en la aparición de las pandemias ya que tiende a aumentar la variabilidad del clima, lo que a su vez genera una situación más propensa a que produzcan brotes entre las especies.

Un informe de la organización conservacionista WWF alerta que la destrucción de la Naturaleza, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático aumentan “notablemente” el riesgo de aparición de enfermedades infecciosas transmisibles al ser humano y nuevas pandemias. Los cambios climáticos, al alterar el equilibrio natural entre el medio ambiente, desestabilizan a las poblaciones de vida silvestre,  favoreciendo la expansión de virus o bacterias,  lo cual facilitaría la aparición de diferentes zoonosis, o sea enfermedades que se transmiten desde las especies animales al ser humano.

Cada vez hay más ejemplos de cómo fluctuaciones en el clima pueden afectar a la población de huéspedes naturales y como consecuencia causar un brote infeccioso.

«La destrucción y alteración de la naturaleza debido al creciente impacto humano sobre los ecosistemas y la vida salvaje, debilita los ecosistemas naturales y facilita la propagación de patógenos, aumentando el riesgo de contacto y transmisión al ser humano con los consiguientes efectos negativos sobre nuestra salud».

El cambio climático combinado con la destrucción de bosques intactos debido a las talas, para favorecer el establecimiento de áreas dedicadas al cultivo o a nuevas urbanizaciones, el crecimiento demográfico, además de la desaparición de especies, provoca que las personas tengan un contacto más directo con especies de animales a las que nunca se habían aproximado, y con ello a las enfermedades que puedan albergar como es el caso de la peste bubónica, la fiebre del Nilo, la gripe aviar, o el ébola y quizás, también, el COVID-19.